sábado, febrero 02, 2019

Caprichitos IV: El pelele

Roberto se puso nerviosito con la cita. Me preguntó qué íbamos a hacer, qué despacho era, si iba estar mi compañera...

“Cuando se vaya mi compañera te enviaré un mensaje y subes. Voy a hacerte una gestión, despacho 33.”

“Esto es una cita..”

“En toda regla.”


A las 11 lo avisé y al minuto lo tenía entrando por la puerta. Roberto la dejó entornada y se sentó enfrente, sonriendo y expectante. Le dije que me diera el DNI, y empecé a tomarle datos. Él alucinaba pero no se atrevía a preguntar qué hacíamos, le pedí el teléfono, el correo electrónico, la dirección, todo todito, retratado y fichado. A cada dato que le pedía le sonreía y me ponía a escribir en el ordenador murmurando “Ummmh.... muy bien muy bien....”. 

Mi puesto de trabajo impone un poco y la gente siempre viene muy sumisa o muy enfadada. A mí me gusta tratar con todos, dar seguridad a unos, calmar a otros y mandar a la mierda a alguno. Pero burlarme y putear un poquito a una presa en el trabajo era nuevo. Al fotocopiar el DNI aproveché para ver su fecha de nacimiento “Te queda nada para el medio siglo, Roberto”, le dije.
Cuando terminé mi innecesaria gestión le acerqué el carnet para devolvérselo y cuando alargó su mano la capturé con mi pulgar e índice haciendo pinza sobre sus dedos. “Te tengo” pensé. Sin soltarle le pregunté:



“¿Cuando vamos a follar?” 
“ Bueno, si... yo... Yo te quería comentar una cosa. Es que... mañana es mi último día, luego vendré alguna semana. Pero la que viene seguro que no... Quería decírtelo porque claro, tú no querrás empezar nada porque como ya me voy...”

A día de hoy aún no sé muy bien por qué me dijo eso. No sé si era un caballero que no quería mancillarme y largarse o realmente no quería follar. Como soy malpensada me incliné por la segunda opción. La verdad es que no es frecuente que un macho rechace a una hembra, en parte por su naturaleza y en parte por la presión entre ellos. A Roberto no solo lo acosaba yo, tenía que quedar como un hombre ante mí, ante Jose y ante “J”. Quizás esperaba que yo le liberara del compromiso y quedar como un señor ante todos. Que se joda pensé.

“ Pues habrá que darse prisa. Mañana busca una excusa para escaparte y voy a tu casa”

La verdad es que nunca había presionado a nadie así para follármelo, ni había sido tan directa ni tan autoritaria. Suelo dejarme adorar, si no veo interés no me atraen, son ellos los que insisten y yo elijo el momento y las prácticas. Pero medio violar a Roberto me apetecía mucho. 

Me lo tomé como una venganza, Roberto era la cabeza de turco por todas las veces que me habían presionado, embaucado, insistido o chantajeado emocionalmente.

“Uy... no sé si podré, a ver cómo lo hago...”

Mira tío, no te vas a escaquear tan fácilmente, ahora mismo le digo a “J” que no quieres quedar conmigo mañana y se lo cuenta a Jose. Y si no te obligo yo, te obligan ellos pelele. Tú vas a follar conmigo mañana, te pongas como te pongas. Y si no, vas a quedar como el culo con tus amigotes, que es tu peor pesadilla (pensé). 

Forzar a Roberto era mi revancha por todas las veces en las que los hombres alardeaban entre ellos por habernos conquistado, manoseado, manipulado o follado.

Me levanté para acompañarle a la puerta, cuando llegamos seguía medio abierta y en ese momento iba a entrar una mujer. Con todo el morro levanté la mano como un policía haciendo el alto y le dije: “Un momentito señora”. Y le cerré la puerta en la cara.
Cogí a Roberto del pelo y lo acerqué a mí. Le estampé un buen morreo, largo y profundo. Cuando le solté la boca le dije:

“Piénsalo”

Y le invité a salir al mismo tiempo que entraba la señora muy enfuruñada.
Mientras la atendía vibró mi móvil. Sabía que era él, lo había pensado y ahí estaba la respuesta. No tenía ni idea de por dónde me iba a salir este hombre. Hasta que no viera mi teléfono, ambas respuestas eran posibles, si y no. Como el gato de Schrodinger, vivo y muerto a la vez dentro de su caja. Así que atendí a la señora enfadada a velocidades supersónicas y, en cuanto se fue, abrí la caja para ver al minino.

“Después de meditarlo... tengo total disponibilidad, 24 h y sitio de encuentro”

El gato estaba vivo.

“Eso ya me gusta más”

Esa mañana estuvo insistiendo en encontrarnos en el hueco de la escalera, en los baños, en los rincones oscuros... mi albañil cincuentón se había enviciado a los besos furtivos y vivía una segunda adolescencia. 

“¿Dónde estás?”
“En mi despacho. ¿Y tú?”
“Debajo de ti, no es justo... Yo aquí y tú arriba. ¿Bajas al café?”
“Solo si tienes la polla dura”

Pues sí que había cambiado el cuento, lo mismo era un caballero. Uno de esos antiguos, que pensaba que por follar teníamos que formalizar algún tipo de relación duradera.

Yo le daba una de cal y una de arena. De vez en cuando le calentaba, me dejaba ver, le daba un caramelo y al minuto siguiente le decía que me dejara trabajar. Y él me pedía disculpas como un chiquillo temeroso. La verdad es que como pelele no tenía precio. Ahora le tenía comiendo de mi mano y cuando esto ocurre, me pongo muy guapa y un poco mala. 

“¿Estás nerviosa? ¿Bajas? ¿A qué hora sales? ¿Te espero?”
“Hoy no, mañana”

Por la noche me dió el parte. Su cabeza había estado pensando, buscando soluciones a nuestra cita. Cuando deseas algo, todo tu organismo se activa en esa dirección. Entonces aparece la magia y no es el Universo confabulando para ti, eres tú trabajando con ganas.

“Mañana tengo una excusa para salir desde las 10:00 hasta las 16:00”

Era entrañable, nuestro futuro polvo era de dominio público y él disimulando y buscando excusas...


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No te preocupes tengo para todos. COMPARTEME. ¡Gracias!

4 comentarios:

  1. ¿Le dices que te lo quieres cepillar y te pregunta si estás nerviosa?
    Ufff este estudió en tele5... por lo menos!

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