domingo, febrero 03, 2019

Caprichitos V: La Reina manda.



El viernes era su último día, así que no cabían fallos ni indecisiones.

Ese día me vestí diferente. Mallas y botas altas, un vestido/camiseta que dejaba un hombro descubierto, un tanquita negro, un suje sencillo... Más guerrera.
“J” estaba especialmente curioso y yo especialmente hermética. Después de tomar café le envié a Roberto la última orden:

“A las 12:30 escápate y espérame en tu casa.”

Él me respondió como a mí me gusta, disponible y sumiso. Preguntándome si quería que se depilara. Le dije que no... No tengo un gusto definido con el vello corporal. Hay hombres que me gustan depilados y otros que no. Normalmente a los jóvenes los quiero sin pelo y los maduros me gustan naturales. Pero, independientemente de la edad, un buen perro siempre tiene que depilarse la polla y el culo para no entorpecer mis prácticas. Como Roberto estaba aún por definir y tenía ese aspecto de duro, me apetecía verlo salvaje y primitivo.
La mañana pasó tranquila, yo de vez en cuando jugaba a ponerle nervioso:

“He comprado condones XXL. ¿Son adecuados?” 

Y esperaba sonriente la respuesta a la pregunta trampa... La verdad es que su polla prometía, en nuestros escarceos no había llegado a tocarla pero tenía un bulto insolente y descarado que se sumaba a la lista de cualidades que hacían apetecible a mi caprichito.

Cuando llegó la hora Roberto ya había salido hacia su casa. Tuve que salir sola del edificio sorteando miradas y sonrisas de guasa y rabia. “J” esperaba verme nerviosa y pidiéndo consejo, le respondí exagerando mi prepotencia, pasando sonriente y contestando con un beso al aire cuando me preguntó dónde iba. Jose sonreía también desde un rincón. Levanté la mano y me devolvió el saludo timidamente. Cuando la gente cree que te puede amedrentar o que debes avergonzarte por vivir de una determinada manera solo hay una opción ¡cabeza alta y culo prieto! Y así me fui yo a follarme a Roberto.

Cuando le pedí la ubicación aproveché para comentarle que Jose estaba muy sonriente.
“Habrá quedado con Sara, anoche salieron hasta tarde”
Así era, una historia escondida y turbia, con terceros engañados, se atrevía a juzgarme e intentar avergonzarme a mí por follar libremente con quien me diera la gana. La hipocresía de lo politicamente correcto. Tener amantes sí, tener una relación libreral no.

Me presenté en el portal y mientras miraba los timbres buscando el nombre que me había indicado se abrió la puerta. Me esperaba abajo muy caballeroso y, en cuanto cerré, lo cogí de la nuca y le di un fuerte morreo. Él me respondió con su lengua mientras su cuerpo estaba rigido. Ni siquiera me tocó el culo, parecía que esperaba permiso para todo, así que cogí su mano e hice que rodeara mi cintura. “Así” pensé.
Separé mis labios y a 5 mm de su cara, le miré a los ojos y le susurré “¿Subimos?”.
Roberto me cedió el paso. No había ascensor, tenía tres pisos para contonear mi culo a la altura de su cara y así lo hice. Con premeditación y alevosía fuí moviendo mis caderas al ritmo de mis tacones, conviertiendo el fastidio de la falta de ascensor en un baile de apareamiento hipnótico. 

Cuando llegamos al apartamento noté de nuevo la falta de experiencia de mi albañil. Daba la impresión de no controlar su destino, dejándose llevar y dirigir en todo momento. Por mí, por sus amigos, por la situación... En lugar de abalanzarse sobre mí, me enseñó la cocina, el salón, el baño...

“No tengo mucho tiempo.” Le dije.
“¿Vamos a la habitación?”
“Sí.”

Y una vez allí ocurrió el milagro. Mientras dejaba el bolso en una silla, Roberto se deshizo de la camiseta y vino a mí. Me abrazó desde atrás y me besó en el cuello. Yo respondí dejando caer la cabeza al lado contrario, ofreciéndome, mostrándo la yugular para que, con un mordisco, me convirtiera en la puta de Satán. Después me dí la vuelta para besarlo, para acariciar su pecho desnudo y sus hombros, mi debilidad. Todo estaba en su sitio, bien formado, fuerte, perfecto y, por lo que parecía, bastante desaprovechado.

Con dos giros de muñeca me deshice del cinturón y del primer botón de su pantalón. Rebusqué con mis dedos el inicio de la goma del calzoncillo y con la habilidad de una profesional deslicé mi mano sin prisa hasta sumergirla en una amalgama de carne, piel, vello, calor y humedad. Desde luego que prometía. 

Apenas había comenzado mi inspección cuando Roberto me echó mano a la teta. Bueno... al perrito se le había pasado el susto y a mí me apetecía una pequeña lucha de poder. 

“No. Túmbate y quítate el pantalón”

Pequeña no, pequeñísima lucha. Aún no había terminado de pronunciar mi orden y el albañil ya estaba desnudo y tumbado al través en la cama, sonriendo y esperando.
Le miré fijamente mientras me quitaba la ropa. Un streptease sin música ni baile mientras pensaba “riéte cabrón, riéte mientras puedas”.

Me acerqué a él ronroneando desde el borde de la cama, gateando hasta tenerlo cara a cara y entonces, me senté a horcajadas sobre su polla. Dejando que se abrigara con el calor de mi coño, rozándola sin dejar que entrase, moviendo mis caderas adelante y atrás, restregándole mis fluidos.

Roberto cerró los ojos y me cogió del culo, tirando de mí hacia abajo, buscando la presión de mi coño.
Reí porque me encantaba decirle que NO. Cogí sus manos por las muñecas y las llevé arriba de su cabeza, descargando mi peso en ellas y acercando mi cara a la suya le dije:

“Entonces ¿vas a ser mi esclavo o no?”
“Bueno... principiante” 

Esa promesa se selló con un beso, una sentada en su cara y todo lo demás. Pervertir a un vainilla siempre me da una satisfacción especial y me pone muy guarra. Y, aunque preguntar en esos momentos es hacer trampa, mi intuición en ese instante y los hechos de las semanas siguientes, me demostraron que Roberto, estaba entregado a la causa al 100%.
Antes de volver al trabajo hicimos un pacto de silencio. “J” estuvo semanas enfadado conmigo por no contarle nada, diciéndome que ya no éramos amigos y que no me iba a decir nada suyo. Roberto sufrió un duro acoso pero se mantuvo fiel a la orden de su nueva Ama. Así que le escribí esto:

"Hay dos tipos de hombres.
Los que más abundan son los que hablan mucho y follan poco. Aunque su tema favorito de conversación es lo mucho y bien que follan.
Y luego están los que hablan poco, concretos y serios.
Aunque el primer grupo puede parecer más divertido y dicharachero, una Reina (sobre todo si es una Puta Reina) siempre elegirá al segundo. Porque no nos olvidemos, es la Reina la que elige.
Un caballero callado, discreto e incondicional.

Este tipo de caballero como he dicho no abunda, por lo que cuando una Reina se topa con uno, aunque no se baje del trono, aunque no se quite la corona, aunque él la sirva con mayor o menor acierto... siempre le ofrecerá su respeto. Porque el respeto es una moneda de ida y vuelta.
No me imagino a Lancelot yéndose a comer con los caballeros de la mesa redonda después de follarse a Ginebra y contestando a un bombardeo de preguntas para satisfacer su curiosidad morbosa o alimentar su mediocre vida sexual.
No señores, Lancelot no contesta a interrogatorios obscenos. Lancelot aguanta el chaparrón de indirectas y pullitas durante toda la semana y con su silencio sella este pacto no escrito de respeto mutuo.
Pero claro señores, tampoco ustedes son caballeros de la mesa redonda. Solo son los graciosillos, los bufones.
Por eso unos hablan y otros follan.
Por eso unos follan con Reinas y otros follan con lo que pueden."
(A quién eligen las Reinas)


No te preocupes tengo para todos. COMPARTEME. ¡Gracias!

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