domingo, diciembre 09, 2018

Pitt

"Mañana tienes que madrugar" le dije. 
"¿Es una pregunta o una orden?" contestó.
Cómo me gusta mi perro nuevo. Tan serio y formal, tan servicial, tan entregado y devoto. Y como no, tan salido. 
"Es una orden Pitt"
Después de una serie de desencuentros iba a ser nuestra primera cita. Un servicio de chófer para llevarme al trabajo. 
Unos días atrás le había dicho que me describiera su fantasía más oscura y vergonzosa. A día de hoy vamos por el cuarto relato y aún no ha terminado de contarme todo tipo situaciones al más puro estilo bedesemero.
Protocolos, collares, azotes, dildos, jaulas de castidad, mucho atrezzo, lluvia dorada, humillaciones de lo más variopintas, cesión... todo aderezado con un toque sado. Un esclavo completo de manual que para nada encaja con mi visión lúdica e irreverente del Femdom. Y sin embargo... me tenía mojando las bragas cada vez que me contaba sus perversiones.



Su aspecto de hombre maduro y responsable en contraposición a su mente calenturienta me pone muy perra. Pero sobre todo sus ganas de ser completamente mío. Un esclavo absoluto, para todo. “Tengo ganas de tener un perro de verdad” le decía hace poco a mi marido. Y como si mi hada madrina me hubiera escuchado, había tocado con su varita a Pitt y me lo había dejado enfente, un perrito abandonado buscando Dueña. Aquí lo tienes, tómalo.
Pitt cumple cualquier orden inmediatamente y siempre ofrece un poco más.
- Pajéate para mí.
- ¿De rodillas?
Pues claro, de puta madre.
- Envíame una foto de la corrida
- ¿Prefiere un vídeo?
Pues venga... ¿cómo decir que no?
- Tienes que llevarme al trabajo.
- Ojalá me dejara recogerla también.
Tan intensito es, que de vez en cuando se asusta a sí mismo y me envía un mensaje de retirada. Y yo no le hago ni puto caso, porque cuando se le pasa el pánico por la intensidad de su propia sumisión, vuelve a mí con el rabo entre las piernas, más devoto, más sumiso, más excitado. Rendido.
Llegó a las 7:30 con puntualidad inglesa, no esperaba menos de él. "Ven guapo y sin calzoncillos, me besarás la mano y me abrirás la puerta. Me sentaré detrás."
Y Pitt impecable cumplió su cometido. A mí, con estas chorradas, a veces me da la risa y así fue, me repantigué con las piernas abiertas en el asiento de atrás, más allá de lo que marcan las normas de la decencia cuando llevas falda, sonriéndole a través del retrovisor y pensando en las mil perrerías que podía hacerle en la media hora de trayecto. Me había preguntado si podría besar mis pies y así empecé. Levanté el pie hacia su cara, llevaba un mocasín con pulsera y un buen taconazo y Pitt lo cogió enseguida y empezó a besarlo por la punta, para subir a continuación a mi empeine y llenarlo de besos y del calor de su aliento.
Joder... pues una buena forma de empezar el día pensé.
Bajé mi pie y decidí comprobar si había venido vestido como le había ordenado. El coche era amplio y me solté para llegar a él pero el chivato del cinturón no paraba de pitar, y Pitt preocupado por mi seguridad parecía Pepito Grillo. "Señora, póngase el cinturón".
En el siguiente semáforo me dejé de protocolos y me senté delante con él. Inmediatamente me pregunto si podía besarme la mano.
"Claro, toma"
Al igual que con el pie la cogió con devoción, llenándola de suaves besos y cerrando los ojos, que yo no sé aún cómo no nos matamos. Yo lo miraba con su  ropa clásica de pijo de ciudad pero me lo imaginaba con su collar, con un plug en el culo caminando a 4 patas desnudo, y tirando de él con una correa dorada. Pidiendo ser mi esclavo, mi wáter, mi puta... Solo yo lo entendía, por eso era mío. 
Bueno, ya vale de besitos. A ver cómo reaccionaba su polla. Empecé a desabrocharle los botones del pantalón. Unos chinos de color beig que tenían más trampas y botones interiores de los que he visto en mi vida. A pesar de no llevar calzoncillos se la pude sacar a duras penas pero no me decepcionó. Ahí estaba la pollita, bien dura desde el primer momento. La empecé a pajear, Pitt suspiraba y resoplaba. "¿Quieres ser mi esclavo o no? Es la última vez que te lo pregunto", "Sí, mi Ama, siempre" decía él con la voz entrecortada. 
Le saque la camisa por fuera para esconder su polla de miradas curiosas. Porque como buen pijillo la llevaba remetida a más no poder.
Le acaricié el pelo y acerqué mi cara a su cuello. Olía bien. Le pasé el dedo por los labios y sin necesidad de palabras abrió la boca. Buen chico, pensé. Chupó mi índice con cara de vicioso, metí el siguiente. Ahora me imaginaba a este señor elegante y sensato, de rodillas, lamiendo el dildo de mi strappon antes de encularle. Iba a convertirlo en un gran comepollas y a disfrutar mucho en el proceso. Cuando saqué mis dedos ensalivados le pregunté:
- ¿Has traído el collar?
En un arrebato se había comprado un collar de cuero negro. Muy bonito, muy ancho. Le obligaba a permanecer erguido y tenia una gran argolla plateada donde enganchar la cadena. Le paré los pies, el collar había que ganárselo y no lo podía usar de momento. Además yo debía ser su custodia porque solo se lo pondría en mi presencia y cuando yo lo decidiera. Glups... Le cambió la cara.
- Con los nervios se me ha olvidado.
- Que no vuelva a pasar.
Le seguí pajeando, la erección no había bajado en todo el trayecto. Pitt tenía los huevos cargados porque le tenía unos días en castidad y necesita pajearse a menudo. Me encantaba verle suspirar con mis caricias y ver su polla a reventar.
Yo tenía las bragas empapadas, pensando en todas las posibilidades que tenía mi nuevo perro. Tenía unas ganas locas de empezar con su  adiestramiento. Y estando ensimismada en estos pensamientos Pitt intentó besarme en un semáforo.
Lo sujeté por el cuello impidiéndolo. "Aquí no hay besos, aquí hay collar". 
Y así llegué a la oficina, a las 8 en punto, con las bragas mojadas y un chófer con la polla fuera.
Le dije que aparcara a unos metros y antes de despedirme me pidió volver a besar mis pies. ¡Claro que sí! ¿a quién le importa lo que yo haga? ¿Cómo no me había dado cuenta todavía de que Pitt es también un puto exhibicionista? 
Me recosté en la ventanilla para que la falda de tubo permitiera subir el pie de nuevo a su boca. Y si no lo quito aún estaría besándolo, sin prestar atención a las señoras que iban a por el pan, los repartidores de la carnicería, los compañeros de la oficina o los vecinos que sacaban al perro. 

Os presento a Pitt, que hace aflorar a la Ama dura que no sabía que llevaba dentro. 
Él saca lo peor de mí, o lo mejor. Ya veremos.



***


Libro erótico/festivo/pornográfico que narra las aventuras de una mujer 

que, harta de esta sociedad de mierda, se viene arriba y lo peta.





No te preocupes tengo para todos. COMPARTEME. ¡Gracias!

5 comentarios:

  1. Mi AMA, gracias por darme la oportunidad de servirla y obedecerla como se merece. Es Usted un sueño hecho realidad como mujer y como Dómina. Sólo espero que sepa perdonarme mis vaivénes, pero es que la necesito muy cerca. Con Usted soy yo

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    1. Ay los vaivenes... Al final te vas a dar una hostia (o te la voy a dar yo).

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