lunes, diciembre 25, 2017

El Regalo

Solo sabía de él que vendría a las 8 y que me iba a comer el coño.
Mis intentos por descubrir más datos habían sido en balde y aunque no quería insistir demasiado por no estropear la sorpresa, me resultaba difícil soltar el mando y relajarme.

- Pero quién es?
- No lo conoces.
- Tienes sus datos? Si va a venir a casa será de confianza, no?
- Sí, tranquila.
- Déjame ver una foto.
- No.
- Si es feo...
- Te va a encantar.

A pesar de mis reticencias, la confianza en mi Esclavo más Amado era absoluta. Así que decidí dejarme llevar, abandonarme y simplemente disfrutar. Dejé a un lado mi ansia controladora, esa necesidad de tener todos los cabos y posibilidades atadas y calculadas. Y dejé de dirigir y ejercer el poder que tanto gusta pero también oprime a aquellos que practicamos sexo con la vara de mando en  la mano.

Convencida y lanzada a vivir literalmente una cita a ciegas me vestí con un vestido corto gris y para facilitar la tarea al invitado sorpresa, mi única ropa interior era un body de rejilla con una generosa abertura que dejaba mi coño libre.

Me sentía algo incómoda, el protocolo no era el habitual para nuevos "amigos".  Aunque tampoco la situación era la habitual. Traer a un desconocido a casa y dejar que me comiese el coño sin ni siquiera verle no era algo que hiciera a menudo. Ni a menudo ni nunca en mi vida. Relájate, relájate y deja que él se preocupe por los detalles. Relájate, abre las piernas y disfruta. Eso repetía en mi mente mientras esperaba sentada en el sofá frente a la chimenea encendida y la verdad era que, a pesar de los nervios, no sonaba nada mal.

De repente sonó el timbre y me preparé, las instrucciones eran muy limitantes  para mí, ponerme el antifaz y quedarme sentada, no interactuar demasiado con el visitante, no sonsacarle, no besarle, no tocarle, no moverme apenas... se sentaría a mi lado y en pocos segundos se pondría a la faena. Me correría en su boca y jamás sabría nada más de él. Telita...

Cogí el antifaz y me lo puse en la cabeza a modo de diadema esperando oir la puerta para bajarlo y quedarme a ciegas. A falta de ojos me había pintado los labios de rojo putón. Y al abrirse la puerta cumplí religiosamente mi tarea. Así, con el antifaz en su sitio, las piernas juntas como una buena chica, las manos sobre las rodillas de rejilla y una sonrisa de "vaya líos en los que me meto" oí un escueto saludo y unos pasos que se acercaban.

Noté el sofá hundirse por el peso de su cuerpo al sentarse, se encontraba a mi derecha a unos centímetros. Le dije "hola" y contestó con un susurro.
- Hola...
Su mano se posó en mi muslo, estaba fría. Yo sonreí, me resultaba emocionante y divertido, sentía la tranquilizadora presencia de mi marido así que a pesar de la incertidumbre y la inseguridad de estar totalmente vendida a la situación, estaba cómoda y expectante. A ver como comía el coño el puto desconocido este, hombre.

Del muslo pasó directamente a acariciar la vulva. Ésta, perfectamente rasurada para la ocasión, estaba especialmente sensible, pero sus dedos fríos la tocaron como un amante experimentado tocaría a una adolescente virgen por primera vez. Me gustó su delicadeza y, aunque estaba prohibido, pasé mis manos por su rostro intentado adivinar su cara y su edad. Tenía barba corta, las facciones equilibradas, la piel suave, los hombros bien formados... Un berrido interrumpió mi exploración.
- Eeeeeeh.- mi marido me recordaba sus exigencias.
- Vale, joder.- sonreí con malicia y aparté las manos de mi amante invisible.

Me recliné en el sofá y abrí las piernas, como movido por un resorte se tiró al suelo de rodillas y metió su cara entre mis muslos. La rejilla se abría estrategicamente en la ingle y dejaba vía libre y empezó con suaves besos alrededor de mi coño, cerrando cada vez más el círculo, acercándose lentamente a los labios. Su boca, al contrario de sus manos, era tibia, su lengua, al contacto con el clítoris, me resultó deliciosamente caliente.

Y empezó a subir y bajar, a lamer cada pliegue, succionando, besando, sorbiendo... Me folló con su lengua, me mordisqueó los labios, aprisionó el clítoris succionando con la justa presión mientras con su lengua lo punteaba suavemente. Yo pasé de los nervios, la diversión y el escepticismo a entregarme a esa boca anónima que tan bien hacía su trabajo. Una vez más mi Esclavo más Amado había acertado de pleno y me había traído un comecoños excepcional.

No hay nada mejor que una comida de coño con ganas, devoción y técnica. Y saberlo de rodillas le daba el puntito que a mí me gusta. Sujetaba mis caderas con las manos mientras su lengua pasaba una y otra vez por todos los pliegues de mi coño, subiendo el ritmo, llevándome al límite y volviendo a una suavidad exquisita que frenaba el inminente orgasmo. Y en ese momento, me cagaba en su puta madre y al mismo tiempo agradecía que prolongara esa dulce agonía.

Mis manos se fueron a su cabeza, tiré de su pelo hacia mí en un intento casi inconsciente de dominar la presión y el ritmo de los movimientos, subí mi cadera buscando su lengua cuando se apartaba, apreté su cara contra mi coño cuando descansaba. Por si no fuera suficiente con su boca, introdujo uno de sus fríos dedos en la abertura y lo movió dentro y fuera acompasándolo a los movimientos de su lengua y entonces enloquecí y rompí a correrme con rabia por todas las veces que me había retrasado el orgasmo. Dejé que su lengua me acompañara en cada oleada y moví el coño al ritmo de su dedo que seguía presionando justo donde debía, con el ritmo justo, con la fuerza justa... Le obsequié con un orgasmo brutal por esa comida de coño perfecta. Así pago yo.

Cuando terminé, el comecoños seguía lamiendo con más suavidad, bajando la intensidad de sus caricias paulatinamente, prolongando mi goce y limpiando mis fluidos.
Me incorporé dándole descanso y bajé mi falda mientras oía cómo se levantaba y se quedaba de pie frente a mí
Me moría por verle la cara a quien me había proporcionado tal placer pero sabía que esa norma era inquebrantable. Intenté negociar una nueva vertiente en el juego, no iba a dejarle marchar tan facilmente.
Volví la cara hacia donde intuía que estaba mi marido y le hice una oferta que sabía que no iba a rechazar:
- Quiero comerle la polla.
Sin verle supe que se le había puesto cara de cabrón cuando me contestó que "adelante" y se colocó junto al invitado para que jugara con las dos pollas.
Empecé cogiéndolas a dos manos, la de casa con la derecha y la nueva con la izquierda. Conforme iban creciendo me entraron ganas de metérmelas en la boca, un vicio que tengo, oye... Y por deferencia empecé con la de mi marido mientras seguía pajeando con la mano izquierda al comecoños.

Cuando ya tenía a mi marido bien empalmado cambié de tercio y tiré de la polla nueva hacia mi boca poniéndola más dura a base de lametones. Era gorda y larga, con un buen capullo. Le acaricié y chupé los huevos, pequeños, suaves, rasurados. Mientras tanto su polla seguía creciendo y el cabrón gemía cada vez que la introducía profundamente en mi garganta.

Paré un segundo y la saqué de mi boca sin soltar el amarre que mi mano ejercía en la base, y girando la cara a la derecha le dije a mi marido en tono triunfal:

- Ya sé quién es.


No te preocupes tengo para todos. COMPARTEME. ¡Gracias!

4 comentarios:

  1. Estimada Ama entiendo que os emocioneis con el mozo, está claro que a falta de pan buenas son tortas, pero si algún día conocéis al mejor...

    ;-)

    Besos respetuosos y un poco creidos,

    c, (de creido)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajaja he conocido a muchos "el mejor" pero los que más me han gustado no presumían de ello :P.
      Besos

      Eliminar
  2. Por eso no he dicho que fuese yo :-p

    ResponderEliminar