Turismo familiar

Me disponía hace dos minutos a escribir un post sobre el último polvo con mi negro pero mira tú por donde se me ha ido la cabeza por otro lado...
Así que... perversas mentes calenturientas... hoy toca filosofía...

La zona donde veraneo se ha convertido en zona de turismo familiar. Resulta que hace unos años no éramos familias los que allí habitábamos, éramos unos entes, un grupo de gente de tribus lejanas que se dedicaban a ir a la playa con los niños y tomar una cerveza  en el chiringuito y en un arranque de locura, algún día los colocábamos o les dejábamos trasnochar un poco y nos tomábamos unas copas y movíamos el culo al son de Enrique Iglesias. Pero esto no era  familiar. La nueva familia duerme mucho, a todas horas, come como cerdos, bebe sangría y pasa de los niños todo lo que puede.
Además, por alguna extraña razón, hay personas a las que la alegría de los demás les insulta y cuyos derechos son más importantes que los del resto. Suelen tener buenas panzas, caras de amargados y ser muy muy muy familiares.
Sin embargo a estos peculiares especímenes a los que la música saca de sus casillas no les molestan los gritos de sombrilla a sombrilla comentando el último reality , ni estar  invadiendo mi espacio vital por coger un buen trozo de arena, o el que sus niños cojan una rabieta cada día y den la tabarra a toda la superfamilia y a los entes raros que somos los de al lado. No, a ellos les molesta la música y sobre todo ver a los demás disfrutar.
Estos sujetos no son muchos, pero sus altas voces y su posesión de la verdad absoluta son capaces de acallar a 200 personas que  se diviertan en la playa a las dos de la tarde un sábado, esos indecentes que ríen y bailan son castigados inmediatamente. Un telefonazo a la policía y su poder quedará demostrado, su ego hinchado como sus panzas y sus caras de amargados tendrán un gesto parecido a una sonrisa ya olvidada.
Y luego están las autoridades competentes. Ya sabemos todos que en política se mete lo mejorcito de cada casa, esos que no han trabajado en su vida porque no sirven para mucho. No son aquellos que han creado y dirigido con éxito cualquier empresa, no, esos están creando y dirigiendo empresas. No son aquellos que tienen espíritu y vocación de servicio público, no, esos están en comedores sociales o en hospitales disfrazados de payasos. Nuestro políticos son los listillos de las clases (que no los listos) y entonces a golpe de ordenanza les hacen la vida imposible a los profesionales de hostelería que se dan la paliza en verano. No puedes abrir más tarde de las 12 ni poner música, aunque si que han sabido cobrarles el cánon playero, ay... los listillos. Y te encuentras a jóvenes que se han gastado sus ahorros con la promesa de ganar un dinero en los tres meses de verano y que no les va a llegar ni para gastos. Los politiquitos, amparados siempre en el bien familiar han creado el mundo feliz de Aldous Huxley, menos mal que están ahí para hacernos felices, uffff.
Eso sí, si un paleto se casa, tiene permiso del ayuntamiento para ir con la charanga a las 8 de la mañana tirando petardos, o si a alguien se le ocurre montar una carrera popular, te paralizan el fin de semana, te meten la música a to pijo y te llenan la calle de sandía. Y a mi me dan ganas de buscar al barrigón y pedirle que me enseñe a quejarme por todo y que me dé el número de la policía. Pero cuando llamo, en lugar de un mitin y explicar mis derechos lo que me sale es:

- Que os den por culo a todos , gilipollas.

Próximamente... Las ventajas del ALQUILER.