Sabía que fallarías. Tarde o temprano siempre ocurre, a veces en las cosas más tontas y sencillas. Justo ahora cuando tenía pensada una tarde de lujuria y sudor te corres sin mi permiso. Se te ha ido la mano y mi leche se ha derramado en ella. Cosa que me cabrea bastante porque a parte de tenerte cachondo a mi disposición, la idea era acumular toda tu leche para mí.
Ahora vienen los lamentos.
—Lo siento mucho... No volverá a ocurrir... No he podido evitarlo, me tiene muy salido Señora...
La cofradía del Santo Perdón y las excusitas de mal pagador.
Para recibir tu castigo te he citado a las 7. Me he vestido con corsé , medias negras, tacones y tanga. Bien maquillada y peinada, una Dómina de manual para que no confundas quien soy y cual es tu lugar.
Llegas con la mirada baja, muy sumiso, una delicia. En cuanto entras te digo que te desnudes. Sin rechistar te quedas en pelota picada, perfectamente depilado y expuesto.
Lentamente doy una vuelta a tu alrededor, mirándote de arriba a abajo. Paso la mano por tu espalda, se te pone la pìel de gallina. Paso la mano por tu polla, responde bien, dura como una piedra con solo dos roces y cuarto y mitad de MORBO.
—Puede hacer conmigo lo que quiera, aguantaré cualquier castigo.
—Por supuesto, pero no creas que esto se va a arreglar con azotes o insultos.
Acerco la mano a tu boca.
—Escupe.
Un salivazo me llena la palma. Con él empiezo a pajearte y con la otra mano te acerco el oído a mi boca.
—No te corras.
—No Señora. —Tu voz suena ya entrecortada.
Te manoseo con fuerza y paro, aprieto tus huevos y paro, y vuelvo a empezar varias veces. Estás haciendo un gran esfuerzo, sonrojado y empezando a sudar.
Cuando ya te tengo bien excitado, te empujo y caes sentado en el sofá. Me agacho sobre tu polla metiéndomela entera en la boca, sujetando la base y los huevos con la mano, apretando fuerte. El glande choca una y otra vez en mi garganta. Una buena mamada es mi tortura para ti. Ahora la saco entera y te miro.
—No te corras.
—No Señora. —Casi no te sale la voz.
Sigo lamiendo, succionando, mordiendo, chupando tus huevos... Realmente estás aguantando como un campeón. Cuando noto el sabor a líquido preseminal sé que ha llegado el momento de parar.
Cojo un cordón y ato tus manos a la espalda. No quiero que te toques en un descuido y vuelvas a cagarla. Tu polla está a punto de reventar, tus ojos suplican piedad. Pero hoy no hay piedad.
Me acomodo en el sofá y me abro de piernas. Con la mano aparto un poco el tanga, estoy totalmente empapada y ya sabes lo que tienes que hacer. Estamos en un punto en el que ya no hace falta hablar mucho.
Te pones a lamer con devoción, a buscar con tu lengua cada recoveco, a morder suavemente mi clítoris como te he enseñado. La tela del tanga de vez en cuando te molesta, se interpone en tu camino y acaba empapada de mis fluidos y tu saliva. En un momento dado alcanzas plenamente mi clítoris y haces bien tu trabajo provocando que me corra en segundos. Cuando termino de correrme tu lengua sigue ahí, dando suaves lamidas, alargando mi placer. Muy bien perrito, pienso ( pero no lo digo).
Por fin me incorporo y te suelto las manos. Tu polla sigue dura, sé que te encanta lamer.
—Vístete
Bajas la mirada, no te atreves a protestar, así que te vistes lentamente mientras observo reclinada en el sofá con las piernas cruzadas.
Antes de irte te digo que me des la mano, la levantas con miedo, lentamente, como si fueras a recibir un golpe de fusta, joder...es que aún no me conoces? No entiendes muy bien hasta que te desabrocho la pulsera que te distingue como una de mis propiedades. Tu cara es un poema.
—Señora... Por favor...—Ahora si que no has podido aguantarte.
—Tienes una semana para recuperarla.
Y tu asientes malhumorado aunque con un halo de esperanza. Antes de cerrar la puerta tras de ti incluso me parece ver una sonrisa. Sí, estás para comerte ahora mismo, mordiéndote el labio y sonriendo, diciendo que no con la cabeza, me encantas, eres un puto vicioso... Pero hoy te vas calentito y empalmado para casa, la eficiente y sencilla doma clásica de toda la vida.
Volviendo por el pasillo ya llevo los zapatos en una mano y tu pulsera en la otra. Dando un suspiro me dejo caer en la cama boca arriba y mientras hago girar la pulserita de cuero en mi dedo índice no puedo evitar que se me escape una sonrisa.
Puede ser una semana muy muy divertida...
Relatos completos en:
Delicioso castigo, Señora
ResponderEliminarPobre enferma mental nazi basura...
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